EL 357


Los vigilantes se dividen en varios grupos. El de los que apedrean a los conejos mientras corren desde el jardín con margaritas en la boca, por ejemplo. El de los que caminan a saltitos frente a mi celda gritando palabras del país y viendo en sus relojes la espuma de la lluvia. Y el de los que en la madrugada orinan, al tiempo que me despiertan con la luz de sus lámparas lamiéndome la cara, y me dicen que hoy hace más frío aún.
A ninguno de estos grupos pertenece el 357, que fuera pastor y músico y que ahora es policía por culpa de una venganza nada clara y a quien, es decir al 357, darán de baja este fin de mes. Todo por haberse escapado una noche e ido a dormir con su mujer hasta las nueve de la mañana, befa de los reglamentos.
Hace días, el 357 me regaló un cigarrillo. Ayer mientras me miraba mascar una larga hoja de hierba anís (que había logrado atraer hasta cerca de la reja con un gancho que fabriqué) me ha preguntado por Cuba. Y hoy ha sugerido que tal vez yo podría escribir un pequeño poema para él hablando de las montañoas de Chalatenango para guardarlo como recuerdo después de que me maten.

ROQUE DALTON
"Taberna y otros lugares", UCA Editores
San Salvador, El Salvador, 1989

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